Como editora invitada, Cristina García Rodero ha escogido a las once fotógrafas decisivas del siglo XX. Once mujeres con talento y coraje que han hecho de la fotografía su forma de expresión y de revolución.
Almudena Ávalos 03 de marzo de 2012 EL PAÍS MODA
En mis años de formación y experiencia como fotógrafa ha habido algunas colegas de profesión que por sus vidas o sus obras, o por la empatía que he sentido hacia ellas, se han quedado fijas en mi corazón. Su ejemplo genera fuerzas para continuar en la batalla de la vida y del trabajo. Han sido y son siempre mujeres fuertes, con mayor o menor fortuna, llenas de talento y tenacidad, con un objetivo muy claro en su trabajo que, al mismo tiempo, es parte de su vida. Viven con determinación, coraje y riesgo su decisión vital. Son tantas que es difícil hacer una selección, y lo hago desde su sensibilidad, creatividad, amor a su trabajo, valor, por ir más allá y por las puertas que han abierto a tantos otros fotógrafos. Y también, en algunos casos, desde la amistad. Les agradezco el legado que nos dejan.
Eve Arnold (1912-2012) EE UU
Falleció el pasado mes de enero, cuatro meses antes de cumplir los 100 años. Fue una de las fotógrafas más longevas, junto a Álvarez Bravo o Cartier-Bresson. La conocí personalmente en Londres, en la reunión anual de Magnum, en junio de 2009. Llegó a la fiesta ya en una silla de ruedas y con 97 años. Pero aún su rostro expresaba la fuerza de su carácter. Fue un momento bonito, no paraba de sonreír ante las muestras de cariño de sus compañeros. Al final todos quisimos fotografiarnos con ella. Quiero recordarla con esta imagen de Marilyn porque es elegante, limpia, sencilla. En ella, Eve supo captar la feminidad, coquetería y belleza de la actriz.
Fue la primera fotógrafa en entrar en Magnum en 1951, y fue Cartier-Bresson, emocionado con uno de sus trabajos sobre la moda en Harlem, quien la invitó a formar parte de la agencia. Aunque su primera vocación fue la danza y la literatura, siempre estuvo preocupada por los problemas sociales. «Había sido pobre y quise documentar la pobreza; había perdido un hijo y estuve obsesionada por los nacimientos; estaba interesada en política y esperé saber cómo afectaba a nuestras vidas; soy una mujer y quise saber sobre las mujeres», dijo Eve. Estudió fotografía con el director de arte de Harper’s Bazaar, Alexey Brodovitch. Fue conocida sobre todo por los retratos que durante años hizo a Marilyn, por sus reportajes sobre musulmanes negros, su serie del entorno de Malcom X, el partido nazi americano, la Unión Soviética y sus viajes a Centroamérica, China y Asia. El trabajo que realizó sobre China fue su primera gran exposición en solitario en el Brooklyn Museum de Nueva York en 1980. El año pasado se publicó All About Eve, su último libro, en el que estuvo trabajando durante varios años y que nunca pudo ver, una retrospectiva de su obra con imágenes inéditas. El 22 de marzo, la agencia Magnum le hará un homenaje en Múnich.
Diane Arbus (1923-1971) EE UU
Es una de las fotógrafas que más admiro y que más ha influido en la fotografía contemporánea. Mi primer contacto con ella fue en Italia, a través del catálogo de la Bienal de Venecia de 1972. Yo estudiaba allí y era la primera vez que un fotógrafo americano exponía en su pabellón. Su manera de vivir su profesión, su capacidad de ahondar en la psicología del ser humano y su forma de ver la vida me abrieron los ojos a otra forma de entender mi trabajo. De familia rica, a los 14 años conoció al fotógrafo de moda y publicidad Allan Arbus y se casó con él. Lo ayudaba en su estudio y llegó a publicaron en Vogue y en Harper’s Bazaar. En 1959 la fotógrafa austriaca Lisette Model le enseñó a ver la cámara como un medio de investigación sociológica. Diane se separó de Arbus e inició una andadura independiente. Su obra personal está concentrada en apenas 10 años.
En 1967 realizó su primera exposición, junto con Garry Winogrand y
Lee Friedlander, en el MoMA de Nueva York. Se tituló New Document. Su estilo se define por la frontalidad de sus personajes, con la mirada directa en diálogo con ella. Sus protagonistas son fanáticos, nudistas, trillizos, seres extraordinarios, gente del circo y marginados. Todos ellos representan la normalidad como anormal y la anormalidad como normal. Sus imágenes son rotundas. Pero, a pesar de la gran admiración que suscitó, su situación económica era muy precaria, las revistas no se atrevían a publicarla. Tras sufrir varias depresiones, se suicidó en 1971 y su fama creció de forma imparable.
Gertrude Käsebier (1852-1934) EE UU
Cuando comencé a interesarme por la historia de la fotografía, hubo dos mujeres que despertaron rápidamente mi simpatía: Julia Margaret Cameron, la primera fotoamateur, ligada al estilo de los pintores prerrafaelistas, y Käsebier, cuyas bellas imágenes como esta de la madre con su hija se me quedaron grabadas para siempre. Gertrude se inició tarde en el mundo del arte y la fotografía, a los 37 años. Vino en 1894 a Europa, donde estudió química fotográfica y pintura. Impulsada por la necesidad económica, en 1895 regresó a Brooklyn decidida a convertir la fotografía en su profesión. Entró tarde pero con mucha fuerza, porque en un año ya estaba exponiendo 150 fotografías en el Boston Camera Club. Su trabajo obtuvo un rápido éxito. En 1899 su fotografía El nacimiento se vendió por 100 dólares, el mayor precio pagado hasta entonces por una imagen artística. En 1902 Alfred Stieglitz le pidió que entrara a formar parte del elitista grupo fotográfico Photo-Secession. Pero se salió en 1912 por no comulgar con su estilo.
Dorothea Lange (1895-1965) EE UU
En 1935 la Administración Norteamericana escogió a un grupo de 11 profesionales para hacer un estudio durante la Gran Depresión. Por primera vez se contó con la fotografía como instrumento de comunicación. Las imágenes humanistas de Lange y sus compañeros dieron a conocer las graves consecuencias del desastre económico, conmovieron al público y consiguieron que se crearan ayudas. Tras el bombardeo de Pearl Harbor, el Gobierno americano evacuó a los japoneses estadounidenses, los despojó de sus bienes y los desplazó a campos de concentración. Las imágenes de Lange fueron tan críticas que el ejército pidió su embargo.
Dorothea enfermó de polio a los siete años y la dolencia le produjo deformaciones en los pies. A pesar de ello se empeñó en ser fotógrafa documental. He seleccionado La madre emigrante porque refleja problemas universales y siempre actuales: el paro, el hambre y la emigración. Lange contó cómo pasó de largo por el campamento de emigrantes cuando regresaba a casa. Volvió guiándose por el instinto. Vio a esta madre, se acercó a ella y esta le contó que había vivido de vegetales fríos y pájaros que los niños mataban. En 1952, junto con varios fotógrafos, fundó la revista Aperture –inspirada en Camera Work–, que sigue publicándose.
Ruth Thorne-Thomsen (1943) EE UU
Nieta e hija de fotógrafas, tuvo como primera pasión la danza. Pero desde 1976 ha trabajado con la cámara estenopeica, la más primitiva y sencilla que se puede construir. Su principal característica es que forma imágenes poco definidas, porque no tiene lente, y con profundidad de campo infinita. Ruth, como se puede apreciar en la fotografía que he seleccionado, trabaja construyendo las imágenes con una puesta en escena utilizando miniaturas de maquetas para transportarnos a un mundo onírico con referencia a los primeros fotógrafos viajeros, a la cultura mediterránea y, en ocasiones, al surrealismo. Al trabajar con esta cámara tan simple, demuestra que para hacer buenas imágenes, por encima de los medios técnicos, están la imaginación, la sensibilidad, la creatividad y los proyectos por investigar y realizar con voz propia.
Graciela Iturbide (1942) México D. F.
Conocí a Graciela en 1984, cuando iba a hacer mi primera exposición individual en México invitada por Pedro Meyer. Me vino a buscar al hotel y me dijo: «Cristina, no vas a estar aquí sola, te vienes a casa». Si hay algo que la define es su sencillez y generosidad para todos, especialmente para los jóvenes fotógrafos. Su vivir de verdad lo que retrata hace que conecte en todo y con todo el mundo. Sin pretenderlo, se ha convertido en la mejor fotógrafa de América Latina, un referente.
Se casó muy joven, con 20 años, pero su espíritu inquieto la hizo estudiar cinematografía, dirigir dos películas y trabajar también como actriz. En la Universidad Autónoma de México conoció a Álvarez Bravo, el gran maestro de la fotografía, que ejerció como profesor y que le pidió que fuera su asistente personal. Él la guió en el camino de la tradición fotográfica mexicana. Este encuentro y la muerte de su hija a los seis años, a la que cada día ama y recuerda, la marcaron. Ha retratado el perfil humano de México a través de la mujer, las comunidades indígenas y su riqueza cultural, las tradiciones y fiestas populares, la naturaleza y los paisajes. Ha construido un testimonio de la realidad social de su país. En 1987 ganó el premio Eugene-Smith en Fotografía Humanitaria y en 1990 obtuvo el gran premio internacional Hokkaido. Ha expuesto por todo el mundo.
Claudia Andujar (1931) Neuchatel, Suiza
Pasó su infancia en Transilvania y después viajó a Estados Unidos. Desde 1957 vive en São Paulo, donde en 1975 adquirió la nacionalidad brasileña. De 1970 a 1971 trabajó como reportera gráfica. En los cinco años siguientes se dedicó a la enseñanza con su marido, George Love, impartiendo cursos de fotografía en el Museo de Arte de São Paulo e influyendo en los jóvenes fotógrafos. Publicó en varias revistas internacionales y nacionales, pero cuando realizó un reportaje sobre la Amazonia para la revista Realidade, en 1971, fue en el momento en el que descubrió a los indios yanomami. A partir de esa fecha su vida ha girado en torno a ellos. Ha descubierto su cultura, espiritualidad y su mundo mágico. Vivió y compartió con ellos durante más de cinco años ayudada por dos becas (Fundación Guggenheim, NY, 1972, y Fundación para la investigación del Estado de São Paulo, 1975). A finales de esta década abandonó su profesión para dedicarse a la causa indígena. Participó en la Comisión para la creación del Parque Yanomami y coordinó la campaña para la demarcación de las tierras indígenas que estaban en peligro por la construcción de la autopista transcontinental y la invasión de las tierras por los buscadores ilegales de oro.
Tras una campaña de 15 años de duración, en 1992 el Gobierno brasileño delimitó un área del tamaño de Portugal para este pueblo. La he elegido por su amor, respeto y lucha por los derechos y preservación de la cultura de los yanomamis, a la que le dedicó 34 años de su vida. Por abrirnos los ojos a ellos, desmontando la idea de algunos antropólogos de que eran un pueblo violento y dando a conocer un mundo muy diferente al nuestro en su forma de entender la vida. Su deseo es dejar sus más de 20.000 negativos para que los indígenas conserven su cultura.
Donna Ferrato (1949) EE UU
Su entrega hacia los problemas de la violencia doméstica y el abuso sexual infantil, la hacen ser toda una referencia en la fotografía documental. Me contó cómo, mientras realizaba un trabajo con una pareja, fue testigo de cómo el hombre maltrataba a la mujer y cómo ese hecho la concienció sobre la parte más oculta y peligrosa de las relaciones familiares. Cambió su percepción como fotógrafa y durante más de 10 años decidió acompañar a la policía y fotografiar casas de acogida y hospitales. Por este trabajo ganó el premio Eugene Smith Grant en 1986, el Robert F. Kennedy de Fotografía Humanista en 1987 y publicó un libro en 1991, Viviendo con el enemigo, del que ha vendido 40.000 ejemplares. Acabó montando una ONG para la educación sobre la violencia de género (DAA, www.abuseaware.com). En 2009 los jueces del tribunal supremo del estado de Nueva York le concedieron el Premio de Honor por su influencia en la igualdad de género gracias a su talento como artista. La fotografía que he elegido me impresionó por la fuerza y la rotundidad con la que el niño, el más débil de la historia, defiende a su madre y se rebela contra el padre.
Letizia Battaglia (1935) Italia
Se casó con 15 años y tuvo tres hijas. Comenzó a trabajar como periodista en el diario de izquierdas L’Ora de Palermo en 1969. Dos años después, a los 30, se separó y se fue a vivir a Milán. Allí comenzó a fotografiar como una forma de ilustrar sus trabajos y de ganarse mejor la vida. Descubrió que la fotografía le proporcionaba más libertad. En los 70 regresó a Palermo como directora de fotografía del periódico en el que comenzó, en plena guerra entre clanes de la mafia y de esta contra el Gobierno. Con sus imágenes, denunció la violencia y rompió la ley del silencio (entonces aún se negaba la existencia de la Cosa Nostra). Entró de lleno en la fotografía militante. Su objetivo: la guerra contra la mafia y la corrupción política. Su archivo, con más de 600.000 imágenes, es un referente de la mafia en Sicilia, pero también de su vida cotidiana. En 1985 entró en la política con el pequeño partido de los verdes. Conocí a Letizia porque, con Donna Ferrato y Graciela Iturbide, exponíamos en el centro Georges Pompidou, junto a otros compañeros, como ganadores en distintos años del Eugene Smith Grant. Me impresionó su fuerza, su coraje como mujer. Lo directa, clara y rotunda que es en sus convicciones. Y por su humanidad. El dramatismo de sus imágenes nos habla de las condiciones y el sufrimiento de un pueblo.
Nan Goldin (1953) EE UU
La he elegido por contar con una sinceridad brutal la verdad de su vida y el entorno de su intimidad sin ningún pudor. Y por ser una renovadora de la fotografía documental. Su gran tema es la narración de su propia experiencia vital a través de un diario de imágenes. Con 11 años, el suicidio de su hermana Bárbara de 18, a la que estaba muy unida, marcó una etapa en su vida. La negación y la necesidad de ocultarlo fue un modo de supervivencia de la familia. Nan lo descubrió, se rebeló contra la mentira y se asustó con la obsesión de que le pudiera ocurrir lo mismo. Escapó de casa a los 14 y tras pasar por varios hogares de adopción, se unió a una comuna hippie. En los 70 frecuentó Provincetown, una comunidad muy popular entre los homosexuales. Allí conoció a la que fue su verdadera familia, sus compañeros, los mismos que fotografió durante los siguientes 20 años. Se trasladó a Manhattan, donde se encontró de lleno con la contracultura. El libro que la dio a conocer mundialmente fue Balada de la dependencia sexual (1986), en el que indaga en la parte íntima del ser humano y sus relaciones. Le gusta trabajar siguiendo ensayos dedicados a un tema o a una o varias personas en continuos procesos de cambios durante años, y se apoya en proyecciones con música y cine. Actualmente divide su residencia entre Berlín, París y Yale, donde ejerce la pedagogía.
Susan Meiselas (1948) EEUU
De 1972 a 1975, mientras daba clases de fotografía, pasó los veranos siguiendo a mujeres que trabajaban como strippers en Nueva Inglaterra, Pensilvania y Carolina del Sur. Aquellas imágenes formaron su primer trabajo, Carnival Strippers. Se publicó en 1976 y su repercusión le valió la llamada de la agencia Magnum. Entró muy joven, con tan solo 28 años. Conocida por haber cubierto guerras en América Latina y la insurrección en Nicaragua para derrocar a Somoza, publicó Nicaragua, junio 1978-julio 1979 que le valió la medalla de oro Robert Capa en 1979 por su labor como reportera. Una parte relevante en Meiselas es el trabajo con otros fotógrafos. Recopila su obra y edita libros como Chile desde casa, una obra coral de profesionales que vivieron bajo la dictadura de Pinochet.
Una de las características de Susan es que no le interesa tanto la actualidad como enriquecer los hechos con entrevistas y documentales. Una de las cosas que más valoro en ella es su entrega y compromiso con las personas y los derechos humanos. La imagen que he escogido me sobrecoge. Esta joven de 14 años buscó a su esposo creyendo que estaba vivo, pero solo encontró su cadáver, lo había matado la guardia de Somoza. Pidió que le regalaran una caja para poder enterrarlo, pero solo consiguió una tabla. Sin ayuda de nadie, cargó con él mientras los helicópteros disparaban. «Solita, yo lo enterré con mis propias manos en el jardín de la casa. Ese día él estrenaba un par de zapatos».
(* Nota de Almudena Ávalos: Encargarle a Cristina García Rodero que seleccione a las 10 mejores fotógrafas de la historia, es casi misión imposible. Su retina recuerda con cariño familiar todas las fotografías que le han impactado a lo largo de su vida y los nombres de cada autor. Primero selecciona 20, más tarde se queda con 15 y al final, la obligo a que se decida y selecciona 10 (después, cada día, pensará que tendría que haber incluido a otra). Al repasar la lista varias veces pregunta si es la correcta como para saber si puede sumar otra, le da rabia dejarse muchas. Son 40 años en la profesión y muchas compañeras grandes a las que ha conocido, admirado y de las que atesora grandes historias que cuenta sin importancia. Su mesa la habitan varios libros que ha seleccionado «si es que tengo tres filas de libro en la estantería y algunos que ni recuerdo que guardo» cuenta. También hay diapositivas que está escaneando, catálogos de exposiciones pasadas y biografías que le ha impreso una de sus dos ayudantes que tiene en su luminosa casa, desnuda de fotografías propias. El teléfono fijo suena de vez en cuando «el móvil ni lo escucho ni lo miro», la vecina de abajo la visita, viene una amiga de la universidad con su hija, saca unos canapés a media tarde… Cristina tiene una casa abierta y yo es el séptimo día que voy para acabar de madrugada. No le gusta hablar de ella así que suele escurrir el bulto alabando a los demás. “Además, yo no sé escribir, por eso soy fotógrafa” me dirá en sucesivas ocasiones. Seré pues su mano derecha estos días, la mano derecha de un espíritu nómada a corto plazo con adn de contadora de historias universales.)