Cinco fotógrafos de Magnum captan el amor de parejas anónimas en hoteles de París.
Juan Peces. París. 12 de febrero de 2012. EL PAÍS
París, 23 de marzo de 1925. Alexander Rodchenko acaba de llegar a la ciudad con motivo de la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industrias Modernas, en la que tiene un papel destacado como gestor cultural, pintor y comisario. En una carta a su compañera Varvara Stepánova, escribe: «¡Querida Mulka! [«vaquita», apelativo cariñoso de origen hebreo], lo primero que me llamó la atención en París es que —llegamos por la noche— hay bidé en la habitación, y hoy por la mañana vi a un hombre vendiendo fotos indecentes».
París, 11 de febrero de 2012. Si Rodchenko hubiera vivido en estas fechas y acudido al número 8 de la rue Navarin, se habría topado con el fotógrafo marsellés Antoine d’Agata en una escena similar: retratando a parejas en diferentes grados de emulsión erótica, en una habitación dotada con una cama de matrimonio, una sala de baño completa, paredes y mobiliario de color negro y un gran espejo encima del cabecero de la cama. Y sin televisor. Para qué. Es la habitación 502 del hotel Amour.
En realidad, D’Agata —considerado un artista maldito y uno de los mejores traductores de la marginalidad al lenguaje fotográfico y cinematográfico— no estaba vendiendo fotos indecentes, si bien cada una de esas palabras es veraz por separado. Estaba colaborando con una iniciativa organizada por la agencia Magnum, de la que es miembro, llamada In love with Magnum.
La sublimación del amor
La convocatoria, llamada Estudios de retratos efímeros, consistía en registrarse y encargar (a un precio de 250 euros por un retrato firmado en tamaño DINA4, 400€ al doble de tamaño) un retrato en diferentes escenarios —cuatro hoteles románticos y el vestíbulo de una sala de cine— a uno de los cinco fotógrafos participantes. Si el año pasado Magnum hizo una actividad similar con los fotógrafos Martin Parr y Jim Goldberg, este año han sido Antoine d’Agata, Paolo Pellegrini, Christopher Anderson, Bruce Gilden y Steve McCurry los elegidos.
La idea, parte de las jornadas de puertas abiertas Magnum days, era que varios fotógrafos renombrados de la agencia inmortalizaran a las parejas más osadas en plena sublimación de su amor, iniciando así los prolegómenos del pertinaz día de San Valentín. Algunos de ellos serán exhibidos a partir del 14 de febrero en la tienda/galería Colette como complemento de In love, un muestrario visual de parejas en actitud de ostentación amorosa extraído de los archivos de Magnum.
D’Agata describe así la experiencia, en una conversación con EL PAÍS realizada en la misma habitación donde ha tenido lugar, minutos antes, su sesión de fotos (y algo más). «Como fotógrafo, al principio tenía reticencia a participar, porque es una situación muy diferente al contexto al que estoy acostumbrado, sin relación con mi línea de trabajo. Pero es por una buena causa. Yo he retratado a personas que mantienen relaciones sexuales por dinero, para seguir vivos, con un trasfondo de drogadicción, y aquí han venido parejas que llevan mucho tiempo juntos, otros que acaban de iniciar su relación… Al principio todos tenían un poco de temor, y creo que querían que captara un momento de intimidad».
Hay muchas ganas de amor en París este 11 de febrero, acariciado por el sol pero sometido a gélidas temperaturas. «La experiencia, de hecho, ha sido muy agradable, porque, pese al miedo y la incomodidad inicial de las parejas, en muy poco tiempo —con una sola excepción— se han prestado al juego, y han mostrado la ternura, el amor… Es extraño, chocante», afirma.
El pudor se ha quedado a las puertas de la habitación 502. ¿Alguna pareja se ha desnudado durante la sesión? preguntamos. «Casi todos», responde. D’Agata. «Algunos han llegado de hecho a culminar el acto sexual. Al mismo tiempo, se veía en los gestos la ternura. Eso es lo que más me ha impresionado».
Una pareja, Pierre y Constance, salen de la sesión después de haber sido fotografiados desnudos, y, por sus impresiones y el rubor en sus rostros, el periodista sospecha que se han desnudado en cuerpo y alma ante la cámara. El fotógrafo no solo ha captado instantes de intimidad absoluta, sino confidencias. «Una de las chicas lesbianas que han venido me ha dicho que, en fin, era la primera vez que se desnudaba delante de un hombre. Todos han sido valientes y han querido dejar una huella sincera de un momento preciso» de su vida de pareja, relata.
Malestar
Antoine d’Agata concluye confesando que ha sentido un cierto malestar, incluso tristeza, después de la sesión, porque no ha podido evitar pensar «en la noche, en la otra noche, más cruel, más dura». Es decir, en su vida, «en la violencia y el sufrimiento» del que ha sido testigo y protagonista.
Otro fotógrafo que ha participado en la sesión, en este caso en un estudio habilitado ad hoc con butacas de cine junto a la sala MK2 de la Biblioteca Nacional de Francia, es Christopher Anderson, autor de la obra seminal Capitolio y que expone este martes en la galería Magnum su proyecto familiar Son.
Le recordamos que los fotógrafos callejeros con una cámara de fuelle que se ofrecían a los enamorados son ya una visión residual del pasado. «Sí, ahora todo el mundo tiene una cámara o un teléfono móvil con cámara. El carácter único, el valor de tener esa imagen, no es el mismo. La idea de pagar a alguien por tener un retrato formal de ti… es extravagante, sensual, y muy divertida». Para muchas personas, remarca Anderson, era la primera vez en su vida que eran retratados por un fotógrafo profesional.